LA EDUCACIÓN IMPOSIBLE
Edgar González Gaudiano
Publicado en la Jornada Veracruz, el martes 21 de junio de 2011, p. 2.
Investigador educativo de la UV y titular de la Cátedra UNESCO “Ciudadanía,
educación y Sustentabilidad
Ambiental del Desarrollo”.
De acuerdo con el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (PICC),
prestigioso grupo integrado por miles de científicos de todo el mundo en labor
voluntaria, la temperatura promedio de la superficie del planeta se ha elevado
en 0.74°Cdesde el final del siglo XIX y se ha proyectado que aumente de 1.8
a 4° más hacia 2099.
El nivel de mar se ha elevado entre 10 a 20 cm durante el siglo pasado y un
incremento adicional entre 18 y 59 cm (según los diferentes escenarios) se
espera para el fin del presente siglo. Algunos dirán que en realidad es poco:
menos de un grado centígrado de temperatura y veinte centímetros de elevación
del nivel del mar, el problema es que con esas aparentemente pequeñas magnitudes
muchos procesos vitales están en severos riesgos.
Los pequeños países insulares y las planicies costeras de zonas tropicales,
como las del estado de Veracruz, son los más vulnerables, tanto por la elevación
en el nivel del mar como por la creciente intensidad de fenómenos climáticos
extremos. Con el cuarto informe de evaluación del PICC (2007) ha sido ampliamente
reconocido que las bases científicas para entender los impactos del cambio
climático y las estrategias de adaptación y mitigación están claramente
establecidas.
Sin embargo, las decisiones para frenar la emisión de los gases de efecto
invernadero a niveles que no sigan incrementando los riesgos existentes, no
son sencillas de adoptar.
Primero, porque son decisiones de política económica que afectan procesos
productivos y con ello a grupos de interés muy poderosos, máxime en periodos
electorales o de bajo crecimiento. Segundo, porque el cambio climático es
un fenómeno súper complejo que está íntimamente relacionado con los patrones
en boga de la actual sociedad de consumo,con el crecimiento demográfico, con
los estilos de desarrollo, etc.
Entonces aunque muchos siguen pensando en el cambio climático como un asunto
ecológico, es mucho más que eso puesto que es al mismo tiempo causa y consecuencia
de diversos problemas contemporáneos que inciden en forma directa en la vida de
las personas y de las otras especies del planeta.
En todo esto reside la dificultad de educar sobre el cambio climático. Es
obvio que este desafío educativo concreto no puede reducirse a incorporar
contenidos sobre el mismo en los programas escolares de los distintos niveles
educativos.
Eso desde luego hay que hacerlo, aunque no sea mucho lo que podemos esperar de
ello. Tener información sobre un problema cualquiera no es condición suficiente
para cambiar comportamientos,hábitos y actitudes sobre el mismo. Ahí tienen el
caso del tabaquismo, por
ejemplo. Si así fuera en relación con el cambio climático, los científicos
que integran el PICC serían las personas mejor educadas ambientalmente del mundo
y me parece que no son muy diferentes en sus formas de vida cotidiana a
muchos de nosotros.
Pero el desafío de educar sobre el cambio climático es mucho más complejo,
porque la escuela misma en su forma y orientación actual es más parte del
problema que de la solución. Numerosos procesos, contenidos e incluso
rituales escolares son en
sí mismos insustentables. La organización disciplinaria es uno de ellos.
El cambio climático es un fenómeno interdisciplinario por antonomasia,
que ha puesto en jaque no sólo al conocimiento científico disponible, sino
a la manera de producirlo. Y las
comunidades científicas de cada disciplina son también grupos de poder muy
resistentes en la modificación de sus parámetros de referencia y de certidumbre.
En fin, para decirlo en pocas palabras, la educación escolar promueve muchos de los
valores del actual modelo de civilización y noción de progreso que nos han
conducido hasta este crítico momento.
Sólo se salvan en este proceso, aquellos docentes y estudiantes más
sensibles y críticamente avezados que piensan y actúan por su cuenta.
Fuera del ámbito escolar el problema no es menor, porque pretender educar
sobre el cambio climático implica remar a contracorriente con un cierto tipo de
aspiraciones de cambio social de las personas. Aspiraciones que se encuentran
profundamente enquistadas en los patrones de la sociedad de consumo actual.
En este sentido, para esas personas el prestigio social e incluso la identidad
y la autoestima dependen de la adquisición de bienes y servicios que suelen ser
necesidades creadas por la publicidad para satisfacer deseos caprichosos, con
lo que obviamente mantenemos girando la rueda del mercado aunque nos pase por
encima.
A través de la educación es posible generar presiones en el mercado para
impulsar una racionalidad de consumo diferente, con énfasis en la calidad de los
productos y las condiciones de su producción distinguiendo necesidades de deseos.
Esto es, construir un nuevo patrón de consumo para una mayor equidad social y
un menor stress ambiental,mediante procesos educativos que impulsen pensamiento
crítico acerca de cómo escoger entre varias opciones y por qué no elegir aquél
las que se preconizan como signos de distinción social.
Procesos educativos orientados a reducir la oferta productiva y aanalizar el
rol de las empresas que inducen el consumo posicional,que emplean mano de obra
infantil o esclavos laborales, que no adoptan controles de emisiones y
desechos, que no son al menos ecoeficientes, que no protegen del riesgo a sus
trabajadores, que pagan sueldos miserables o reciben exenciones fiscales,
subsidios especiales y tratos preferenciales que se traducen en competencia
desleal para otros productores o países.
Conformarnos con ampliar contenidos sobre cambio climático en el currículum
o con trasmitir programas de alfabetización científica sobre este tema por
televisión, es como dar respiración artificial a un enfermo terminal.
De ahí que digo que en materia de cambio climático la educación es
imposible. Imposible mientras la escuela continúe aferrada a sus atavismos y
la sociedad siga comportándose como el cliente dócil de ese estilo de
vida materialista centrado en el
consumismo que destruye culturas, favorece la migración, erosiona esfuerzos
educativos y genera violencia social.
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